La ciudad (Fragmento)
"Logroño es una ciudad moderna, de tamaño medio, urbanizada con gran generosidad de espacio y que contiene, en buen uso y cuidado, su modesto barrio monumental. Su situación en la amplia vega es central. Tiene la belleza y amenidad de alrededores de las ciudades con río grande: sotos, playas, miradores espaciosos y distancia -y espejo- para mirar las torres, que son sumamente gallardas. Y, claro es, los puentes. El de piedra, que es grande, viejo y bien conservado, con robustos pilares cilíndricos entre ojo y ojo y los arcos de medio punto bien trazado que se pintan en el agua completando los círculos cuando la luz es favorable, y el puente de hierro, funcional pero no inoportuno, en línea de horizonte. Lugar tranquilo pero nada triste; con muchas plazas de jardín interior y muchas calles recogidas entre avenidas transversales rectas y de una anchura previsora que ya quisieran para sí más de cuatro ciudades de fuste. El Ebro es fronterizo al norte -con la provincia de Álava - y llega a la ciudad de oeste a este, entre sauces y chopos. Por el oeste -calle del General Mola- se sale hacia Navarrete y Nájera. Por el este -Avenida del Generalísimo Franco- hacia Calahorra y Alfaro. Por el sur -prolongación de Vara del Rey- hacia Islallana, Viguera y los Carneros, que es de donde venimos. Esta calle de Vara del Rey corta tangencialmente el Espolón por su costado oriental y el que quiera pararse en su esquina tendrá a la mano un buen hotel y un pequeño restaurante de calidad inolvidable. Cumplido el ensanche de la ciudad hacia el sur, el Espolón, que fue antes exterior, se ha convertido en el centro de Logroño. Hay fotografías del Espolón antiguo -que es de ayer mismo- y no diríamos que el de hoy ha ganado en el cambio. Era un parque bastante romántico, con mucha sombra de castaños y acacias y unos inolvidables banquitos de hierro y tabla. Hoy es Plaza Mayor ajardinada, amplísima, que lleva árboles en los lados y los tendrá en zonas intermedias, donde quedan los parterres geométricos en torno a la fuente, en cuyo centro se alza la estatua ecuestre de don Baldomero Espartero, que vivió sus últimos años retirado en el palacio riojano de su mujer, por el que no tardaremos en pasar. Por algún lado hay pérgolas, un quiosco abocinado para la música, bancos, juegos para niños. Por su parte occidental se cierra el Espolón con una manzana de soportales, y otro tanto hace por el norte -costado 1argo- aunque los edificios son modernos y los soportales llevan arcos fabricados adrede. Por la calle del Carmen -rumbo norte- se sale a la gran plazoleta del Instituto, que es un buen edificio de final de siglo, al que no se le ha regateado el espacio. Si en vez de la del Carmen se toma la calle de José Antonio Primo de Rivera quedan a mano, en las callecitas transversales, algunas de las tabernas con restaurantes más recomendables del lugar . La salida es casi en la plaza del Alcázar, donde se abre, con amplitud para verla, la fachada de Santa María la Redonda. La calle que va al costado de la iglesia sigue hasta cruzarse con la del Once de Junio y lleva altos soportales a un lado hasta la placita donde está el palacio de Espartero. Estos soportales son el centro comercial de la ciudad. Si de allí se continúa hacia el oeste y se tuerce luego a la derecha por la calle del Once de Junio se sale fácilmente a la puerta del Carmen y a la más próxima de Carlos V. Si, por el contrario, se recorre en sentido inverso -rumbo este- el costado de la Redonda, se puede torcer en la plazoleta donde desemboca la calle del Carmen y se entra en otra muy corta que es el corazón mismo del antiguo Logroño, donde, entre bonitos caserones, muéstranse las arquivoltas de la iglesia de San Bartolomé. De allí sólo hay un recodo para pasar a Santa María de Palacio, que por el norte da a la Rúa Vieja. Ésta desemboca por el este en la cabeza del Puente de Piedra. Por el lado opuesto, la Rúa Vieja lleva derecho -y la paralela del Marqués de San Nicolás se aproxima - a la iglesia de Santiago, que tiene casi a la espalda el Puente de Hierro. La calle de Barriocepo con la de San Nicolás salen, en fin, a las puertas, de donde se vuelve a la casa de Espartero y al Espolón en un periquete. El plano es fácil, como puede verse, y la monumentalidad tasada. Es sabroso, sin embargo, el pasaje por calles y callejas con casas bonitas, ya sean populares o nobles, y un ambiente muy jugoso de tabernitas pintadas, balcones curiosos y comercios de un cierto recato. Entre esta ciudad vieja y la que va creciendo al sur hace de bisagra o eje de penetración la avenida o carretera de Jorge Vigón, anchísima y aún algo despoblada, porque, al parecer, la construcción se detuvo por las dificultades que ponen las aguas subterráneas que en toda La Rioja Media son bulliciosas y están impacientes de aflorar." (...)
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