domingo, 6 de diciembre de 2009

Casa donde vive el duque de la Victoria.-Crónica general de España, Logroño, 1867

Casa de Espartero, 1932, postal del día del vino de A. Muro








(...) "Su primer pensamiento fue abdicar la Regencia para demostrar de esta manera que no aspiraba ni remotamente á usurpar un puesto, en que de seguro no habia siquiera pensado. Es muy posible que de haberlo realizado, hubiera quedado la revolución desarmada; pero sus amigos le hicieron desistir de semejante idea, y se decidió á luchar en el terrreno de la fuerza.
Los trabajos incesantes que se habían hecho tenian minado el ejército, y habiéndose puesto al frente de un cuerpo considerable de tropas para marchar sobre Valencia, apenas pudo llegar á Albacete. Viendo allí que la division mandada por Enna se habia pasado á la rebelion, se dirigió á Andalucía para incorporarse con Van-Halen, que estaba sitiando á Sevilla, y constituir allí su base de operaciones; pero al recibirse en el campo la noticia de la jornada de Ardoz, fué necesario levantar el sitio de Sevilla, emprendiendo la retirada á Cádiz. Las tropas, á las cuales se habian ocultado los acontecimientos para evitar la insurreccion, supieron en Utrera la verdad de los sucesos, y la desercion fué tan grande, que solo quedaron al lado de Espartero algunas compañías.
El Regente, amenazado por el general Concha que le perseguia al frente de un numeroso cuerpo de infantería y caballería, pudo llegar al Puerto de Santa María y embarcarse á bordo del vapor Bétis.
Perdida ya toda esperanza, Espartero se traladó al navío de la marina real inglesa Malavar que se hallaba fondeado en el puerto de Cádiz, y fué recibido en él con todos los honores debidos á su rango.
El Regente publicó un manifiesto en que se sinceraba de los cargos que injustamente se le habian dirigido, y protestaba contra la violencia de que habia sido objeto. El gobierno contestó espulsándole del territorio español y exonerándole de todos sus empleos y condecoraciones, y el Malavar hizo entonces rumbo á Lisboa, donde trasladó á Espartero al Prometeo, que lo llevó á Lóndres.
El gobierno inglés, interpretando los deseos y sentimientos de aquel pueblo liberal y generoso, acogió al noble desterrado con todas las consideraciones imaginables, y le señaló una pension de 20,000 duros anuales que Espartero tuvo la delicadeza de no aceptar.
Todas las corporaciones, todos los personajes políticos importantes se disputaron el honor de dispensarle obsequios, y la Reina Victoria le recibió como hubiera podido recibir á un monarca. Tales demostraciones debieron hacer muy grata á Espartero su residencia en Lóndres; pero el gobierno comprendió al fin que no debia temer nada de su presencia en España, y siendo presidente del Consejo de ministros el general Narvaez, le fueron restituidos sus títulos y honores, levantándole el destierro que se le habia impuesto y nombrándole senador.
Su regreso á Madrid hizo revivir el antiguo afecto que el pueblo le profesaba, y dió ocasion á algunos para concebir esperanzas, que estaba muy distante de complacer quien, como el hombre cuya historia hemos trazado no podía carecer de memoria. Al poco tiempo de residir en Madrid el duque de la Victoria se trasladó á Logroño, de donde no ha salido mas que el breve periodo de 1854 á 1856, para ocupar la presidencia del consejo de ministros.
Harto reciente está la memoria de los sucesos que se verificaron durante aquellos dos años. Harto conocida es la resistencia que opuso á volver á la vida política y la facilidad con que la abandonó, para no detenernos en describir estos sucesos, ni sacar mas pruebas para demostrar que carece de ambiciones personales, y que, aleccionado por la esperiencia, saldrá muy difícilmente de su pacífico retiro.
Espartero vive allí con la mayor modestia, entregado á los goces de una vida pacífica, que su escelente esposa, la señora doña Juana Sicilia de Martinez, contribuye á embellecer.
Espartero puede estar seguro en su retiro, de que la historia le reservará un puesto distinguido, y que España le considerará siempre como uno de sus hijos predilectos."
Crónica General de España, Logroño, 1867, pgs. final 50-51. Ortografía de la época

Los libros de mi abuelo me enlazan directamente con una época y aunque las imágenes procuro limpiarlas del deterioro de los años, el poder consultar directamente los libros no tiene precio...

Ver enlace a Bermemar y Espartero




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