

Mi madre disfrutó de sus muñecos de porcelana de niña y se adentró en el mundo de los muñecos de trapo, creando muñecos con rasgos personalísimos, ojos de abalorios y pelo de lana, con minúsculas puntaditas llenas de paciencia y tesón. Por dentro eran como Pinocho, de aserrín de madera pero duro y apelmazado, no eran muñecos fofos, sino con forma perfecta y definida y brazos giratorios algunos. Algún día hablaré más de ellos. Conseguiré alguna foto quizás de alguno de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario