Comenzamos desde Madrid la ruta riojana y pasamos por Gumiel, que nos encantó.
Comimos patatas con chorizo en Santo Domingo de la Calzada, que cantó la gallina después de asada... o así me lo contaron de niño.
Con el colegio Los Boscos había ido mucho a Santo Domingo, porque el cura Don Gerardo Capellán era de Santo Domingo. Era capellán de los Boscos y consejero y mano derecha de María Teresa Gil de Gárate. Fuimos muchas veces a Santo Domingo y conocí al padre de Don Gerardo, Alberto Capellán, declarado como venerable por el Vaticano. Un hombre sencillo y humano parecía.
También se veneraba al beato, ahora creo que santo, Jerónimo Hermosilla en los Boscos.
Don Gerardo se fue a Burundi de misionero y ya no era lo mismo para mí, que fui de los monaguillos que iban a los Padres Blancos, en la carretera de Soria, a jugar al futbolín o al fútbol con este sacerdote, joven y cercano; pero de una oratoria admirable y cercana, incluso para niños, que asistíamos diariamente a la misa en la capilla de los Boscos.
Don Gerardo sería un sacerdote comprometido en sus homilías en tiempos duros, en su parroquia de Santa Teresita; místico, sobretodo tras un estado de gravedad que padeció: tengo algunos de sus libros místicos y testimoniales que invitan a la oración en momentos depresivos.
Mucho ha representado Santo Domingo de la calzada en mi infancia... con la torre exenta de la catedral, que parecía calcada a las de la Redonda.
Comimos patatas con chorizo en Santo Domingo de la Calzada, que cantó la gallina después de asada... o así me lo contaron de niño.
Con el colegio Los Boscos había ido mucho a Santo Domingo, porque el cura Don Gerardo Capellán era de Santo Domingo. Era capellán de los Boscos y consejero y mano derecha de María Teresa Gil de Gárate. Fuimos muchas veces a Santo Domingo y conocí al padre de Don Gerardo, Alberto Capellán, declarado como venerable por el Vaticano. Un hombre sencillo y humano parecía.
También se veneraba al beato, ahora creo que santo, Jerónimo Hermosilla en los Boscos.
Don Gerardo se fue a Burundi de misionero y ya no era lo mismo para mí, que fui de los monaguillos que iban a los Padres Blancos, en la carretera de Soria, a jugar al futbolín o al fútbol con este sacerdote, joven y cercano; pero de una oratoria admirable y cercana, incluso para niños, que asistíamos diariamente a la misa en la capilla de los Boscos.
Don Gerardo sería un sacerdote comprometido en sus homilías en tiempos duros, en su parroquia de Santa Teresita; místico, sobretodo tras un estado de gravedad que padeció: tengo algunos de sus libros místicos y testimoniales que invitan a la oración en momentos depresivos.
Mucho ha representado Santo Domingo de la calzada en mi infancia... con la torre exenta de la catedral, que parecía calcada a las de la Redonda.
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